Irán: la influencia de la historia ve el GD JAUN CHICHARRO (r)

Un factor nuevo y, hasta no hace mucho, insospechado toma fuerza en las interminables negociaciones que las seis potencias e Irán llevan a cabo a propósito del programa nuclear iraní: el surgimiento del brutal régimen radical que representa el Estado Islámico (EI). Así es, por extraño que pueda parecer nos encontramos con un movimiento que no goza para nada de las simpatías del actual régimen iraní.

Tan es así, que en un reciente mensaje, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán ha hecho llegar a Washington el sorprendente mensaje de que el cese de las presiones occidentales sobre Irán y el levantamiento de sanciones posibilitarían una amplia colaboración entre ambos países para erradicar el radicalismo del EI. Curiosa confluencia de intereses entre los EEUU e Irán al encontrar un prioritario y común enemigo y un problema enquistado de difícil, pero posible y oportunista planteamiento.

El programa nuclear iraní despierta recelos y desconfianza en Occidente -no es para menos- y sobre todo en Israel, pese a que Irán mantiene que sólo busca disponer de sistemas de energía que posibiliten el desarrollo y modernización de su nación. La solución definitiva está por llegar y esperemos que así sea. Será entonces cuando, seguramente, nos encontremos con un Irán estable donde florecerán sus viejas ambiciones de dominio regional si es que nos atenemos a prospectivas derivadas del estudio del pasado, método que nunca suele defraudar por el elevado número de aciertos.

Al menos esto es lo que piensan más de uno, y de dos, de los analistas estratégicos norteamericanos, según deduzco de la lectura de diversos documentos actuales que analizan situaciones futuras derivadas del estudio de la historia.

“Un líder iraní debe buscar la expansión de las fronteras de su nación hacia el oeste y así Irán ejercerá su dominio desde Bagdad hasta Beirut; de esta forma se abrirán rutas de comercio y la riqueza fluirá sobre nuestra nación”.
Palabras que podrían ser de rabiosa actualidad pero que fueron pronunciadas hace 2.500 años por Ciro II el Grande, el gran Emperador persa que, con enorme habilidad, un grado de estrategia como nadie de su tiempo y una cierta magnanimidad -inexistente en su época- supo crear el imperio más grande conocido hasta entonces.

Hoy no cabe, desde fuera, considerar a Irán como la potencia imperial de antaño; pero sucede que los iraníes sí que lo ven así y este es un factor muy a tener en cuenta en todo el proceso presente. Irán con una extensión de 1.648.195 kilómetros cuadrados y más de 80 millones de habitantes tiene una importancia significativa desde la óptica de la geopolítica, al encontrarse entre Oriente Próximo y Asia Central. Importancia acrecentada al disponer de grandes reservas de hidrocarburos (cuarta reserva de petróleo y primera de gas a nivel mundial) lo que le reporta ingentes ingresos.

A ver, la teoría geoestratégica y geopolítica de Irán -al amparo también de un fuerte componente religioso chiita- bebe en la historia de los milenarios imperios persas. Irán busca el dominio regional absoluto, un nivel global de influencia y el desarrollo de un poder central que en ningún caso sería un puente entre el este y el oeste, sino un poder en sí mismo. Sin duda, de convertirse Irán en potencia nuclear, el camino para alcanzar todo esto se allanaría, pero el dilema se presenta, también, toda vez que el levantamiento total de las sanciones económicas en curso propiciaría el despegue de su economía, que podría ser impresionante.

Se hace de todo punto vital alcanzar un canal permanente y fructífero de diálogo con Irán. Primero para evitar ver a esta nación convertida en una potencia nuclear, en una zona del planeta que ya es un polvorín de primera magnitud, y segundo para determinar el alcance de los objetivos reales que ambiciona Irán como heredero de los Imperios Persas de antaño. Un diálogo abierto y sincero que contemple el sentido histórico del pueblo iraní para comprender dónde quieren llegar y estar en condiciones de afrontar esta situación, tratando de maximizar los enormes beneficios que ello podría reportar a la región, y por ende al mundo, y minimizar los efectos negativos -nefastos, me atrevería a decir- que la posesión del arma nuclear en esa región, podría inducir, y mucho más con un Israel amenazado, que no se andaría con chiquitas.

Es así como del resultado, largo y tedioso, de las negociaciones que, sobre el proceso nuclear de Irán, se han ido desarrollando en los últimos años, van surgiendo una y otra vez incógnitas sobre el futuro de la región.

Y hete aquí, ahora, que la aparición del EI hace confluir los intereses de la gran estrategia norteamericana actual-destruirlo a toda costa- con los del propio Irán y sus ambiciones de convertirse de lleno en la potencia regional por excelencia o, en definitiva, de resucitar el viejo pero glorioso imperio persa.

Cobran así fuerza las palabras que, según cuenta el Almirante norteamericano Stavridis, le dirigió Kissinger cuando tomó posesión como Comandante Supremo de la OTAN: “cualquier solución a un problema no supone más que el ticket de admisión al siguiente”.

Si los EEUU son capaces de solventar satisfactoriamente el problema nuclear con Irán -algo muy fácil de enunciar-, el siguiente problema será tener que lidiar con un emergente Irán con amplias ambiciones no sólo regionales sino también globales y esto último no cuadra en el marco de la gran estrategia de los EEUU. Esperar y ver… e Israel observando en silencio, por ahora.

http://www.republica.com/proa-al-viento/2015/07/13/iran-la-influencia-de-la-historia/

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