De la vida militar suele uno despedirse con un beso a la Bandera, más profundo y venerable, si cabe, que aquel fogoso que de joven soldado depositaste entre sus pliegues. Tu Bandera ha estado guardando cada beso, cada juramento, cada instante de tu vida entregado a ella y, ahora, como símbolo de la Patria, cuando cesas en la actividad, te lo devuelve agradecida.
Y la Patria, al que su vida
le entregó,
en la frente dolorida
le devuelve agradecida
el beso que recibió.
Nada termina. Despedirse es un juramento renovado, seguimos juntos, no hay divorcio, sería traición, hasta que te quedas sin suspiro, hasta que no te queda ni una gota de sangre.
Amor eterno:
Y por verte temida y honrada
Contentos tus hijos irán a la muerte
Ser militar es intemporal, poseedor de cualidades permanentes, independiente de las circunstancias. Cuando simplemente estás, la temporalidad te hace víctima de…
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